Hoy se cumplen 9 años del peor atentado terrorista que ha sufrido España, tristemente acostumbrada a sufrirlos. He tenido que mirar varias veces el calendario para comprobar que sí, que es hoy, que hoy es 11 de marzo, aunque parece que para algunos medios 9 años son demasiados para seguir recordando que ese día 192 personas perdieron la vida.
Tal vez ellos hayan olvidado, tal vez recordar a nuestros muertos no vende tanto como saber quien será el próximo papa, cuántos millones se embolsaron los corruptos, o quien espió a quien… pero yo no olvido, no olvido el miedo, la angustia, la rabia y la incertidumbre. Los minutos eternos hasta saber que todos tus conocidos están bien, que sus familias están bien, que a algunos no les pilló por los pelos, porque perdieron el tren, o porque ese día les llevaron en coche. La cabeza a mil, pensando en qué podría haber pasado si las bombas hubieran estallado unos segundos más tarde, en plena estación, colapsando el edificio… Sentimientos tan cercanos a lo que ocurrió tiempo atrás un 11-S.
Hoy es un día de recuerdo, por los que perdieron la vida y por los que sobrevivieron, por todas las familias que perdieron a alguien ese día, por los voluntarios que evitaron que hubiera más víctimas, por toda esa sociedad que salió a clamar por la libertad.
Hoy, como cada 11-M, vuelvo a escuchar la canción que compuso La Oreja de Van Gogh, y pienso en cómo una canción tan bella puede esconder tanto dolor… porque todos los que hemos usado autobuses, metros y trenes para ir a estudiar y/o a trabajar, hemos cruzado miradas y sonrisas, y hemos soñado con dar el paso, sin pensar que podría haber sido nuestro último paso…